El Faro o la Olvidada, como prefiera.
Cuando se fue el último farero, nadie vino a reemplazarlo.
Al principio me asuste un poco y con los días mis miedos aumentaron, nunca había estado sola más de un día o dos, siempre algún vecino de la comarca venía a darme una mano para encender la maquinaria a la hora indicada y apagarla al albor del día siguiente.
Siempre fue así, siempre se respetó la tradición, desde el primer día de mis alumbramientos hasta hace unos años, no me acuerdo cuantos, nunca he sido muy buena con los calendarios, nunca me importaron los veranos o los inviernos, los lunes o los jueves, los días de lluvia o los días de sol.
Ahora me doy cuenta de que me hundo un poco más y que las aguas suben, que las humedades se insinúan entres mis ladrillos, poco a poco la gran escalera de caracol se va oxidando y los cristales de mi luz se han ido opacando, es poco probable que mis rayos puedan llegar tan lejos como antes, como cuando era joven, cuando brillaba allá más ende de los mares, cuando me decían "el Faro" y me llenaba de orgullo al ver las estrellas en los ojos de los niños, ahora no me dicen nada, no me llaman nada y a veces pienso que si piensan en mí me llaman "la Olvidada".
Cumplí con mi cumplido, ahora es hora de salir.
¿Dónde estará el farero?