La Décima o La Difícil, como prefiera
La Décima, le decían La Décima, así era su nombre. Así la llamaron los que habitaban la Isla del Faro y así le decían los marineros cuando la buscaban por las noches cuando regresaban de pescar el Boquerón en las costas de Portugal o el Gallo en el Mar del Norte.
Dicen que antes de ella habían intentado nueve veces construir una torre para avisar a los viajantes del mar del peligro y de las trampas de los empedrados bajos fondos cercanos devoradores de almas de marineros desde que el mundo es mundo y el mar es mar.
Costó mucho construirla, algunos le decían La Difícil, costó muchas vidas lograr levantar sus muros en medio del Nordés, el helado viento que creían capaces de dominar los hombres del norte que llegaron a las costas de la Isla del Faro en busca de tierras para vivir y dejaron sus almas en los fondos del mar cercano, entre las piedras, las Lubinas y las Doradas.
Nadie se acuerda de ellos, dicen que eran salvajes y buscaban el Paraíso. A finales de cuentas, todos buscamos el Paraíso, la Difícil también.
Nunca lo encontró.