La Diminuta o la Minúscula, como prefiera
En tierras grises y cielos grises, rodeados de llamaradas nos encontramos él y yo, su masculinidad lo ha hecho enorme, desproporcionado, una verdadera masa de ladrillos, la catedral del poder dicen los que lo ven, la Fábrica, con mayúscula por respeto a su enormidad lo describen otros, sus irracionales dimensiones hacen palidecer las escasas colinas que intentan mantenerse en el paisaje. En sus entrañas se cocinan hierros, derriten barcos, escombros, trenes enteros, todo lo funden.
Yo, en cambio soy diminuta, tan diminuta que nadie me percibe, como si no existiera, ¿puede ser que no exista?, llegué a preguntármelo pero rechacé la idea, la descarte, hice una pequeña introspección y me encontré, soy ella, la minúscula, con minúscula, nadie me ve, no quiero mayúscula, hago de la humildad mi bastión, mi baluarte, mi refugio, mi belleza radica en eso, todos me necesitan, sin mí no pueden respirar, sin mí no existen, no nacen siquiera.
Seguimos él y yo, juntos, amarrados por el destino, como si el destino de dos fuera el destino de uno.
Paso una vez un poeta, me vio, se acerco y acaricio mi piel de cerámica, me abrazo con la palma de su mano y me susurro pensamientos, me contó historias de otros mundos, me ensoñó y se fue caminando por sus pensamientos.
Vaya, el lenguaje de la poesía es a veces perturbador.