La Nada o la Nunca, como prefiera
Nunca serví para nada, me construyeron hace mil años cuando el mundo aún era plano y desde entonces estoy allí, plantada con orgullo y envejecida con pesadumbre, esa especie de melancolía típica de los amantes de los ladrillos, esos seres inflotables que saben que nunca serán barcos y siempre estarán por debajo de otro ladrillo o de una losa de cemento.
Nunca me visitan, soy inaccesible, plantada en medio del mar salvaje, sembrada encima de una roca inerte rodeada de las sales de los mares que nos visitan, ellos sí, pero que se limitan a pasar a toda prisa en busca del trópico del cual nunca vuelven, ni volverán.
Nunca sentí calor o frío, nada, soy insensible a los cambios térmicos, los sentimientos me son ajenos, no sé que es amar ni tampoco sé que es odiar, todo me da igual. 
Nunca moriré, me desintegraré, volveré a ser polvo, me confundiré con las aguas y acompañaré a los minerales marinos a sus paraísos, por allá, en los trópicos.
Tampoco  volveré. 
Adiós.